Robo de horas
LA TRIBU
30-III-14
Porque es un robo. Creo haberlo escrito una vez, cuando el cambio de hora coincidió con una corrida de Feria y parecía más un cambio de tercio: “Robada de los relojes, / trae luz crecida la tarde…” Fue distinto cuando ese cambio de hora coincidió un amanecer de Domingo de Ramos y alguien pensó que era por algo muy concreto que estrella un cielo solo con su presencia: “Tiene la tarde una hora / más que la tarde ayer, / la pidió el atardecer / para estar contigo ahora…” Y una hora más tendrá esta tarde de un día que ya nos amanece raro, que tiene en su luz una extraña mentira involuntaria, que tendrá una noche rara.
Ahora, lector, son las ocho, o las nueve, o las doce, y de poco servirá que diga “las diez, que son las nueve…” o “las doce, que son las once…” Otro alguien también dijo otra cosa, “Mi hora es cuando yo llego, / no cuando llega el reloj.” No se me ocurrirá llamarle la atención sobre la hora de llegada a una cita a alguien que habla así, con esa firmeza y esa seguridad. Pero hoy, llegue usted cuando llegue, no será ni su hora, ni la del reloj –porque es posible que se le haya olvidado adelantarla-, ni la que parece que es, ni la mía: es la hora que dicen que es. Poco mandan los relojes / si uno les quita las horas / y otro llega y se las pone”. Me acuerdo de una lejana letra de soleá: “Agujas de mi reloj / que una a una yo arrancaba / y el tiempo no se paró”. Un buen amigo me mandó, hace muchos años, otra: “Gana el tiempo la partida, / aunque yo tenga dos manos / y el reloj sólo manillas”. Un robo de hora y de luces, que también la noche es luz. Lo cierto es que por más que queramos que no nos afecte, nos afecta el cambio de hora. A mí me deja una sensación parecida a la que me quedaba cuando de chaval me echaba a la siesta y despertaba de noche, o cuando en las vísperas de Santiago nos quedábamos charlando en tertulia y se nos venía el día como una campana de luz haciéndose, por cima de las tapias del pueblo. Hoy estaremos todos un poco raros, descolocados, algo desorientados, sin hambre a la hora del almuerzo ni ganas de acostarnos tan pronto. Pero se nos pasará pronto. Esta noche nos parecerá una noche rezagada, pero la de mañana ya irá haciéndose nuestra, como el amanecer, como el mediodía. Y cuando abril toque clarines de cambio de tercio, las luces habrán ahormado los relojes. Pero, eso sí, que quede claro que hoy, a la hora que sea, mañana, tarde, noche o madrugada, tenemos la sensación –y es así- de que nos han robado una hora, una hora de la noche, además. Aunque en otoño vengan las manos de octubre a devolvérnosla.